El amoníaco es uno de los refrigerantes más utilizados en las industrias. Sin embargo, a pesar de sus múltiples ventajas, posee una gran contra: la posibilidad de fugas. Debido a los potenciales riesgos que esto puede generar, es importante contar con un detector de amoníaco y gases refrigerantes que permita establecer la presencia de una fuga antes de que pueda resultar dañino.
Al ser un elemento natural con características termodinámicas, de bajo costo y que no afecta el medioambiente, el amoníaco se convierte en uno de los refrigerantes más efectivos. Pero una fuga de este gas puede ser muy perjudicial para las personas, ya que posee una gran afinidad con el agua y puede causar irritabilidad y posibles quemaduras al entrar en contacto con las partes húmedas del cuerpo, en especial los ojos, la boca y los pulmones. A su vez, puede afectar los productos alimenticios que contengan agua (carnes, pescados, frutas y verduras).
El detector de gas amoníaco está compuesto por un sensor que actúa ante la presencia de NH3 en proporciones de 25 ppm en adelante, dado que existen concentraciones bajas permisibles debido a razones operativas. El equipo se instala en paredes laterales o techos, y cada detector cubre un área de que oscila entre 20 y 30 m2. Está dotado de un sensor electrónico que no necesita mantenimiento ni recalibración, tiene un compensador de temperatura y el diseño es de ignición protegida antiexplosiva.
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Contenido producido originalmente por Sabio Marketing para Pymes, para Ingeniería Romin.